Eduardo Galeano me lo dijo

Era mi primera Feria del Libro en Madrid y yo caminaba por el parque del Retiro curioseando en las casetas. Quería localizar la caseta de la librería Traficantes de Sueños, donde un rato después Eduardo Galeano iba a firmar ejemplares de “Espejos”.

Quizás iba barruntando qué decirle, quizás soñaba con que fuera algo que luego en su siguiente libro se transformara en una de sus fábulas que empezara con “Me lo contó Pablo Llanos”.

Aún era pronto y en la caseta en cuestión no había público, solo un chico hablaba con el responsable que, en confidencia, nos dijo que nos pusiéramos a hacer cola porque se esperaba mucha gente. Me puse tras él y la cola empezó a formarse tras nosotros.

Cuando llegó Galeano, se sentó dentro de la caseta y el chico que me precedía le tendió un libro para que se lo firmara: Es para mi novia, dijo. Y se fue. Ya tenía a Eduardo Galeano delante de mí, separados por el mostrador de la caseta. Cuando me disponía a alcanzarle mi ejemplar de Espejos, lo miró sin cogerlo, se giró y le dijo al responsable de la organización, “¿No puedo salir ahí fuera?. Y firmar ahí los libros. Delante de la caseta nomás”. El responsable se puso serio y le dijo que eso no era posible, que había mucha gente y sería un problema de seguridad. Eso iba contra las normas. Galeano le sonrió y le respondió en tono paternal: “Vamos a saltarnos la ley.” – me miró, guiñó un ojo y añadió – “no será la primera vez”.

Galeano, salió delante de la caseta, firmó mi libro y el de las decenas y decenas de personas que había detrás de mí. Yo no supe qué decirle, pero me quedé este momento para de vez en vez repetir: “Me lo dijo Eduardo Galeano”

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